Viajando por el universo de la locura verbal
Entrando en el berenjenal de las conjugaciones verbales
Como estudiante de lenguas seguro que estas acostumbrado a lidiar con el tema de las conjugaciones verbales. Seguro que recordarás cuando llegaba la hora del terror en lengua castellana, o la que sea, que te representaba estudiar las conjugaciones verbales, que si los modos indicativo, subjuntivo, imperativo, los pretéritos… vamos un auténtico follón verbal que convertía la clase en una auténtica locura.
Pasaron los años y al final te enteraste de como funcionaba la cosa, eso sí, al menos con las lenguas románicas. Luego llegó el inglés y la cosa parecía más sencillita. Exacto, lo parecía. Los verbos no tenían flexión verbal como en castellano, apenas existían tiempos verbales, o eso nos vendieron, ¡no había subjuntivo!
¡Era el paraíso en la Tierra!
Pues no.
No era oro todo lo que relucía y reluce.
En mi caso como acabé un poco harto de las lenguas románicas durante mi época escolar. Decidí que quería aprender un idioma alejado del universo indoeuropeo y me metí en el multiverso de las lenguas. Decidí que aprendería japonés. Todo parecía un oasis de tranquilidad verbal. Solo tenía que aprenderme cuatro formas verbales en afirmativo, negativo, presente y pasado. ¡No existía el futuro! ¡No había tropecientos pretéritos que aprender! ¿Creés que encontré mi paraíso terrenal lingüístico?
Pues no.
Me volvieron a vender la moto, resulta que lo que creía que era un presente en realidad era un futuro y que para explicar una acción que transcurre en estos momentos existía algo llamado presente continuo. Vale, de acuerdo, te suena del inglés. Pero en mi caso, en aquella época no sabía inglés. Mi lengua extranjera en la escuela era el francés y acabé bien harto gracias a la profesora nefasta que tuve.
Entonces ya me olía que me habían vendido la moto, pero bien vendida, y que la cosa se volvería más compleja.
No me faltaba razón.
Resulta que sí existía un tiempo parecido al futuro y que encima existían formas verbales que no existían como tales en las lenguas románicas, como por ejemplo, la forma -te de los verbos Venga, tranquilo, no te voy a dar la chapa con esto. Por supuesto, también existían los condicionales, la forma potencial, una prima japonesa lejana de las formas modales del inglés y alemán, el subjuntivo formado por estructuras gramaticales y no verbales, el imperativo, la pasiva, la pasiva de perjuicio y la forma causativa, que por si no lo sabes sirve para obligar a alguien a hacer algo.
Finalmente, como si fuera un Final Fantasy, apareció el jefazo final: la pasiva-causativa; imagínate que se fusionaran los dos más complicados tiempos verbales de nuestro idioma creando un poderoso ente nuevo que no sabes del todo bien para qué sirve y cómo utilizarlo.
A pesar de todo, los verbos en japonés no eran tan complicados como en las lenguas románicas, y con el inglés todo parecía ir más o menos bien. ¡Bien contento que estaba yo! Hasta que la cosa se puso chunga, pero chunga de verdad.
Aparecieron cual invocaciones demoníacas en un aquelarre verbal el presente continuo, el perfecto, el presente perfecto continuo con sus versiones en pasado y futuro respectivos. Aquí ya mi cabeza empezaba a enloquecer. Luego vino la forma pasiva, y las tres Marías de los condicionales. Entonces mis neuronas se suicidaron. Por cierto, me dejo todo el tema de los verbos irregulares y los phrasal verbs… ¡Todo un mundo de gozo y disfrute si te va la marcha!
Sin embargo, ¿qué crees que hice yo?
Como no tenía suficiente con el inglés me metí a estudiar alemán. Imagínate… venía de estudiar una lengua que apenas tenía un paradigma de conjugación y flexión verbal, y el inglés me resultaba más o menos fácil. Aquí ya el multiverso de las conjugaciones me dejó el cerebro fundido. Tenía que volver a memorizar verbos en presente y en pasado, esperando con ganas llegar al presente continuo. Pero ¡oh! ¡Qué decepción! El alemán no tiene presente continuo, pero tiene algo peor: el das perfekt.
Además, esta lengua tiene los verbos separables, vamos los phrasal verbs del inglés, que, por cierto, su lista es más larga que la de todos los reyes de los reinos germánicos juntos. Encima me los tenía que aprender como en inglés: infinitivo-pasado-participio. Luego, mi gozo se fue al traste con la aparición del modo Konjuktiv I y II, vamos, un modo verbal parecido a nuestro subjuntivo y los condicionales en alemán.
Hasta aquí pude llegar más o menos sano y sin perder la cabeza. Hasta que apareció el jefazo final del A2: el das Pluskuamperfekt, cuya función es muy parecida al past perfect del inglés. Por su puesto no me puedo olvidar de los primos teutónicos de los verbos modales del inglés, ya que parecen los primos de zumosol en comparación con sus versiones made in London.
Mis compañeros de alemán flipaban conmigo cuando decía que me costaba pillar un poco la gracia de las conjugaciones y de los modos verbales alemanes al venir de estudiar durante mucho tiempo una lengua que apenas sí los tenía. Incluso la profesora se quedó un poco sorprendida por ello. Pero como me gusta meterme en berenjenales lingüísticos conseguí salir airoso de todo esto.
Además, ¿sabes qué te digo? ¡Me encanta viajar por el multiverso de la locura verbal.